Recital de poesía: Costas Montis
La voz vibrante de Chipre
El el X Aniversario de su fallecimiento
Un repaso por la geografía física y emocional de una isla dividida
Intervendrán:
El presidente y el Vicepresidente de “Periplo”: Dimitrios Ioannou y Joaquín M. Mollinedo
La violinista Carmen Gutiérrez.
Sábado 22 de noviembre de 2014
A las 20:00 h.
Sala Rúas
Rúa del Medio 1, Laredo (Cantabria)
Organizan: Asociación Sociocultural Filohelena “Periplo” y Sala Rúas
Con el apoyo de la Fundación Costas Montis
Entrada libre y gratuita
En Grecia el año en curso está dedicado al poeta chipriota Costas Montis (Famagusta, 1914 – Nicosia, 2004) por los 10 años de su muerte y los 100 de su nacimiento. Asimismo, en 2014 se cumple el 40 Aniversario de la invasión turca en Chipre, un hecho que cambió para siempre el rumbo de la historia de la isla y las vidas de sus habitantes. Con motivo de ese doble aniversario, el próximo sábado 22 de noviembre la Asociación Sociocultural Filohelena “Periplo” y el espacio creativo Sala Rúas rendirán homenaje al poeta chipriota, organizando un recital que correrá a cargo de dos rapsodas acompañados por el violín de la música Carmen Gutiérrez.
Programa
– Saludo del vicepresidente de la Fundación Costas Montis, Theodoulos Montis, hijo primogénito del poeta.
– Audiovisual con el poeta homenajeado recitando un poema suyo.
– Breve introducción al poeta y su obra, y situación en el contexto histórico y social.
– Recital de poemas de Costas Montis traducidos al español. Parte I: Poemas vinculados a Chipre y poemas políticos. Parte II: Poemas varios.
– Coloquio entre los asistentes.
Tras el acto se ofrecerá un aperitivo.
Biografía
Costas Montis nació el 18 de febrero de 1914 en Famagusta, Chipre, y murió el 1 de marzo de 2004 en Nicosia. Recibió numerosos honores y premios a lo largo de su vida. Asimismo, sus libros han sido traducidos a diversas lenguas. Costas Montis fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Chipre y la Universidad de Atenas. Fue nominado al Premio Nobel y en 2000 fue declarado Miembro Correspondiente de la Academia de Atenas, el más grande honor conferido a un creador intelectual residente fuera de Grecia.
En apoyo a su propuesta de la Academia de Atenas, el Profesor Nicholas Konomis añadió lo siguiente: «Costas Montis es uno de los más grandiosos poetas griegos vivos y, ciertamente, uno de los que renovó en un único sentido la poesía lírica moderna. Asimismo, enriqueció la poesía griega moderna desde el punto de vista de Chipre. Con su ininterrumpida creación literaria de 70 años, fue capaz de representar artísticamente los ritmos auténticos, la temperatura y la acción de fluctuaciones históricas y emocionales del alma y aliento de Chipre y su gente. En su trabajo extremadamente poderoso, él grabó cada vibración de la isla (erótica, social y política). Todos los pensamientos del pueblo chipriota fueron plasmados… Montis hizo uso de su abundancia de la tradición lingüística, histórica y cultural de un mayor helenismo y forjó con fuerza poética el carácter indeleble de los arraigados valores de la nación griega.»
Agradecemos a la neohelenista y traductora Natalia Moreleón por facilitarnos la antología de poemas de Costas Montis que tradujo. Algunos de ellos se incluyen en el recital.
La traducción y la revisión final de los poemas seleccionados corrió a cargo de miembros de “Periplo”.
A continuación, ofrecemos un texto que escribió nuestro amigo y socio Grigoris Efstathiou, de origen chipriota, reflejando su experiencia personal.
Sobre Chipre
«Casi siempre, Chipre había sido un trozo de papel y durante unos largos años aparecía también como un esquema hecho a rotulador, en la mesa de clase. Entonces yo no sabía qué era lo que mejor había aprendido a hacer en mi vida: escribir o dibujar su contorno. Empezábamos siempre por el extremo de Risokárpaso, después la línea bajaba y trazaba la costa de Kerynia, y luego Tiliría, donde se inclinaba hacia dentro, para formar el arco donde surgía Pafos; se recorría la península de Lemesós y Lárnaca hasta llegar a Famagusta y su bahía, que concluía el trayecto y encerraba la isla en un mapa.
Eso era Chipre para nosotros: un dibujo sobre un papel en blanco, una figura a lápiz sobre el pupitre, a veces una pegatina o un lema escrito en las paredes de la ciudad. Crecimos con su mapa y con esa línea que dividía la isla en dos, una línea curiosa, que subía y bajaba dejando pueblos desolados, aeropuertos paralizados, calles urbanas vacías, reducidas a ruinas. Crecimos con su mapa, con miles de narraciones, con imágenes de televisión y, sobre todo, con sentimientos intensos. La verdad todavía se resumía en una lección de historia, amarga y triste; aún éramos inmaduros. Llegó un día en que Chipre se escapó del mapa. Aquel día las imágenes tomaron cuerpo, más vivas que nunca.
Regresamos a Chipre. Unos por estudios, otros por trabajo, y alguno que otro hizo allí la mili, unos meses solamente. De pronto cambiamos nuestra mirada. Ya no veíamos las fotografías en blanco y negro de los soldados desaparecidos después de la guerra, sino que nos fijábamos en el paseo marítimo de Lemesós y su esplendor. Ya no nos alimentábamos con las narraciones de los mayores; en cambio, empezamos a consentir la indiferencia ante el conflicto por parte de los familiares y los amigos habitantes de la isla. Ya ves, los años habían pasado, la situación se había afianzado y la gente se había hartado de dolor y miedo. Chipre, aquella flor que llenaba de olores la casa cada vez que la dibujábamos, estaba marchita, y en su lugar brotaban arbustos, casi todos secos.
A la vez, a medida que nos hacíamos más conscientes, a medida que enriquecíamos nuestros conocimientos de su historia reciente, el color del rotulador se apagaba, los lemas en las paredes se volvían borrosos, los sentimientos se aflojaban. Cuando la Historia se cruza con las vidas de los humanos la vida se convierte en una mala jugada. Chipre, aquella patria lejana, repleta de mitos que nos atormentaban, aquella pasión vigorosa, se transformó, cambió de vestimenta. La verdad que conocíamos se pintó de colores distintos, se volvió dura y difícil, pero a la vez liberadora. El odio dio paso a la creatividad. Nos acercamos a Chipre y nos acogió como una gran anfitriona, se convirtió en nuestra familia.
Aquel amor a primera vista que había marcado el inicio de nuestra relación se desgastó, y poco a poco surgió un amor tímido, consciente del dolor y el desengaño que podría sufrir una y otra vez. Un amor que sin embargo se agarra a la suerte que se le ha concedido, igual que cada uno de nosotros cada vez que volvemos de lejos a la casa familiar; la ilusión de encontrarnos se diluye rápido en el laberinto del día a día.»
[Ver el vídeo del acto]